martes, 19 de marzo de 2019

Capítulo 1


Era un día común de primavera con un tiempo fresco que casi rozaba la sensación del frío, en lo alto las nubes cubrían el Sol con su gris espesura y en tierra firme el entorno tenía un aspecto opaco y nebuloso. Yo caminaba por las verdes praderas en las afueras del pueblo; no había experimentado gracia ni desgracia alguna ese día, así que mi mente se encontraba indiferente ante el mundo, el aburrimiento consumía poco a poco mis ánimos y éste era ya un proceso natural a causa de mi ineludible y perpetua soledad… Simplemente me limitaba a avanzar.

En los múltiples horizontes del campo podía observar a muchas criaturas silvestres moviéndose con total libertad. Entre ellas se encontraban los conejos: en el pasado tuve el deseo de acercarme a uno de ellos y que éste me permitiera hacerlo, sin embargo, siempre huían de mí y era imposible seguirles cuando corrían, pues con su rapidez devoraban grandes distancias en segundos; era imposible atraparlos, pues no importaba cuán finos y afilados fueran mis reflejos no había manera de predecir sus saltos. Mis deseos eran tan sólo un intento de mitigar un poco mi desamparo: es natural que un humano que vive siendo rechazado por sus semejantes se harte de ellos y decida buscar la compañía en seres más inocentes y nobles… Pero al parecer estos seres conocen bien la maldad del hombre y por eso se alejan de él.

Continuaba con mi camino sin albergar ningún sinsabor y ninguna expectativa; fue entonces cuando mi vista se cruzó con una sorpresa que iba a iluminar aquella nublada tarde: un polluelo de gallina yacía desamparado en medio de la pradera, estrechado en un rincón y recostado sobre sus patas, el pequeño animal piaba y el sonido era como el de una aguda vocecita pidiendo refugio y ayuda. Me acerqué con lentitud pero con ansias hasta él, cuando me vio no pareció mostrar intenciones de huida, no me mostró miedo, esta criatura era tan inocente que parecía desconocer por completo la crueldad de mi especie. Pero yo no tenía intenciones de dañarlo y de ninguna manera iba a dejarlo ahí abandonado, ambos estábamos en situaciones similares: solos, sin compañía alguna a nuestro lado. Él necesitaba hogar y cuidados, yo necesitaba un amigo. Cuando lo tomé en mis manos él no se resistió y más bien encontró abrigo en el calor de éstas, al observarlo detenidamente me di cuenta de que era como una esfera emplumada muy pequeña, todas las partes de su cuerpo eran diminutas y al sentirlo con mi tacto me di cuenta de que era lo más suave y lo más frágil que yo había tocado. Todo en el polluelo estimulaba mis deseos de proteger, de cuidar… e incluso de querer, así que, emocionado, corrí a casa con una criatura indefensa y bella en mis manos: había decidido acogerlo y criarlo. Una casita que lo cubriera del frío, comida y agua, eso era todo lo que mi nuevo amigo necesitaba.

Durante los siguientes días todo giró alrededor de la pequeña ave. Quizá sonará osado de mi parte, pues a lo largo de mi vida he carecido de contacto humano, no obstante, me atreveré a decir que el polluelo ha sido uno de mis amigos más carismáticos, graciosos y entrañables, él poseía un sinfín de cualidades que te hacían adorarlo y amarlo antes de que te percataras de ello: siempre me seguía a todas partes, así que ya no volví a sentirme sumido en soledad; tenía la extraña costumbre de subirse a las pequeñas rocas y a mi regazo; me enternecía mucho verlo aletear, como si tratara de volar, como si tratara de ser más grande. Mi aburrimiento crónico desaparecía cuando estábamos juntos y en él encontré el cariño que tanta falta me hacía. Mi felicidad orbitó alrededor de esa criatura por siete Soles y siete Lunas…

En el octavo día, sin embargo, las cosas cambiaron, cambiaron para mal. Me encontraba limpiando el refugio de mi mascota y cambiando su comida, ansioso por terminar para poder jugar con él. En ese momento tres chicos del pueblo irrumpieron entre nosotros dos con su discordante presencia: desde la distancia comenzaron a llamarme y a insultarme con palabras agrias y crudas; esta clase de maltratos no eran nuevos para mí, y años de sufrir las mismas agresiones me hicieron resistentes a ellas, así que simplemente ignoraba y dejaba que el viento se llevara sus inútiles injurias. Pero nunca intuí que esos tres imbéciles llevarían sus ataques más allá de las amenazas: el líder se acercó, acortando en gran medida el espacio que había entre nosotros, me llamó cobarde y de forma explosiva destrozó por completo el refugio de mi mascota; furioso intenté detenerlo, pero los otros dos chicos comenzaron a arrasarme a golpes; después, él mismo que se encargó de destruir el refugio fue quien se convertiría en verdugo de mi amistad.

Me arrebató el polluelo de un movimiento brusco y lo colocó en el suelo, inmediatamente comencé a pedirle que se detuviera, mas no escuchó ni una sola de mis desesperadas suplicas. Lamentablemente, lo que selló el destino de mi pequeño amigo fue su inocencia y su desconocimiento de la maldad humana: él no intentó huir, no intentó hacer nada. Mientras me seguían golpeando y sujetando, no pude hacer nada más que observar cómo aquél chico daba muerte a mi mascota con un contundente pisotón; es inútil explicar la emoción que experimenté en ese momento, fue como si hubieran aplastado mi corazón, como si hubieran destrozado mi espíritu. Las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas y la furia fue tan grande y tan ciega que fui capaz de ignorar todo el dolor que la paliza había sembrado en mi cuerpo. Me libré de mis opresores, me abalancé sobre él y con un impulso asesino lo tiré al suelo; uno tras otro, mis dos puños impactaron sobre su rostro sin detenerse, y sólo después de muchos esfuerzos sus dos compañeros lograron separarnos. Nunca antes había usado la violencia, pero la atrocidad que cometieron estas personas despertó la parte más brutal y salvaje de mí ser, desconozco todo el daño que pude haberle hecho al asesino de mi amigo si sus dos secuaces no hubiesen intervenido.

De su nariz rota fluía mucha sangre, él apenas pudo articular un par de palabras diciéndome que en el futuro pagaría caro mi osadía; los otros dos chicos me miraban asustados y con miedo, con muchos deseos de huir de mi rabia…

Días después escuché que en el pueblo circulaba la noticia de lo que yo había hecho; me sentí satisfecho, ya que había logrado consumar mi venganza, sin embargo, toda esa amarga satisfacción se veía absolutamente eclipsada y reducida por mi tristeza, por mi odio creciente hacia las personas, por mi desgracia.

Y así es cómo el ser humano trataba a todas las criaturas inocentes y puras: las aplastaba y desechaba con crueldad, sin un atisbo de piedad.

Mi única intención era hallar en el polluelo un amigo con quien poder compartir grandes y maravillosos momentos... Uno que jamás me juzgaría, abandonaría o traicionaría.

Sin embargo, toda posibilidad se esfumo por mi causa y la de mi especie... ¿Había sido un iluso? Si me hubiese decantado por dejarle libre en su momento, nada de esto hubiese sucedido... No tenía porque haberme dejado llevar por mis emociones, tan solo eran una molestia, un tormento proveniente de mi vulnerabilidad, debilidad, fragilidad, algo que tan solo traía disgustos y a su vez deleitaba a mis semejantes... Incitándolos a encontrar nuevas formas, métodos para lastimarme, romperme y hundirme en lo más hondo de un sombrío y profundo abismo.

1 comentario:

  1. Me a encantado leerte, me quedo asombrada del lenguaje que has utilizado, te expresas y te abres con mucha fluidez, haces que pueda entender desde lo más profundo de mi ser, tu sentimiento, de soledad y de incomprensión, porque precisamente lo que últimamente me a enseñado la vida es que la humanidad, es caótica, la humanidad tiene una gran carencia de empatia y que la gente se mueven en forma de rebaño. Y que es muy difícil encajar en este mundo y más con este tipo de personas. Que no se muy bien que papel se deve hacer pero desde luego que la venganza que recibió de tu parte esta bien merecida.

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