Una
vez que pierdes por completo tu fe en la humanidad ¿es posible recuperar al
menos una pequeña parte de ésta? ¿Puede una sola persona hacerte olvidar la
crueldad, la maldad y el rencor del mundo que te rodea? No lo sé, la verdad no
lo creo… mas ella me hizo dudar: desde que la conocí todo fue diferente y desde
entonces ya no fui capaz de dar respuesta certera a estas dos preguntas.
Al día
siguiente, luego del dolor que la terrible paliza me dejó y después de la
inesperada intervención de aquella chica, yo volví a la pradera dispuesto a
pasar mi tiempo en soledad como siempre hacía. Recuerdo que me senté en la
hierba justo debajo de la sombra del gran árbol, ahí encontraría refugio y un
poco de tranquilidad. De pronto, mi efímera calma se vio interrumpida por una
dulce y suave voz, una voz que ya me era familiar: se trataba de la misma chica
que me había protegido con tanta insistencia el día anterior.
Nunca
imaginé que entre nosotros dos fuera a darse un nuevo encuentro. Aun cuando seguía
vigente todo aquel malestar y temor, la humillación y la vergüenza del
posterior día... Ella apareció y fue en aquel instante de absoluto pavor cuando
desee desaparecer, esfumarme, sin dejar rastro alguno.
Se
sentó en el césped junto a mí y me confesó su nombre: se llamaba Naomí. Me miro
directo a los ojos y me dijo que deseaba conocer la razón de mi tristeza… Yo
desvié y bajé la vista: ¿cómo sabía que me encontraba deprimido si tan sólo
habíamos compartido una breve mirada? Disimuladamente comprobé si alguna
lagrima se había deslizado a través de mis mejillas para obtener la evidencia,
pero estaba completamente equivocado... Mi interior estaba siendo expuesto ante
una completa desconocida producto de una capacidad que se encontraba fuera de mí
alcance, lógica y era demasiado tarde como para impedirlo. Su facultad era un
espanto, una autentica calamidad que solo me causaba terror y estupor.
Naomí
notó todo el cúmulo de malestares que su pregunta produjo en mí interior, se
disculpó y me hizo saber que no tenía que responder absolutamente nada si no
deseaba hacerlo. Acaricio mi cabeza gentilmente como diciéndome sin palabras que me entendía...
¿En verdad era capaz de comprender mi padecimiento? Solamente se trataba de una
de esas tantas bobaliconas que se la pasaban sonriendo todo el tiempo de forma
despreocupada dentro de su propia cúpula de ignorancia, esa clase de personas
que solo verlas me generaban todo un cumulo de repulsivas emociones... Una
lugareña que lucía sucia, pobre y que también formaba parte del mismo pueblo que
tanto repudiaba.
Nuevamente
hubo contacto físico entre nosotros y el instinto me decía que la apartara, que
la alejara de mí, que ella no tenía porqué tocarme. Sin embargo, resistí el
impulso y contuve los deseos de repelerla de mi espacio, ella parecía diferente
y no se había acercado a mí para agredirme, ni mofarse o forzarme hablar.
Al
final, Naomí decidió pasar todo su día haciéndome compañía y trato de buscar un
modo para socializar conmigo mediante toda clase de alocadas y disparatadas
ideas: Desde usar gestos y expresiones que desde mi perspectiva le hacían lucir
aun más ridícula a trazar con sus finos dedos dibujos y formas que apenas
lograba descifrar. Quizás creyó que era incapaz de recurrir al habla y por esa
razón estaba tan empeñada en ayudarme; pero desde luego que su sospecha era
falsa... Yo no era mudo y tampoco necesitaba de su compasión, simplemente desistí
de mi lenguaje por la causa que resentía y ahora desconocía de cualquier método
para remediarlo... Era imposible declarar la verdad y solo considerar la
posibilidad provoco que todo el mar de angustia que resentía mi cuerpo me hundiera,
atrapara y devorase hasta el último confín de mis nervios; reprimiéndome y
despojándome totalmente de mi voluntad.
Ella
otra vez se dio cuenta sobre mi estado, coloco sus manos delicadamente sobre la
parte superior de mis brazos y llamándome con un tono temeroso acabo por sonsacarme
de aquel perpetuo bloqueo; al regresar en mí pude escuchar como una voz
afligida me pedía disculpas y una última sola oportunidad... prometiendo que si
volvía a incordiar o molestar me dejaría a solas, en paz y nunca más retornaría
a este lugar... Parecía estar tan determinada que ni siquiera pude replantearme
la posibilidad de negar su propuesta.
Entonces
Naomí sugirió y planteo un juego muy sencillo: uno en donde debía responder a
sus cuestiones con un sí o con un no, sin necesidad de verbalizar nada y en
donde solo utilizando los medios que ella exhibió me comunique de la forma
menos llamativa y vergonzosa posible, valiendo de mis parpados y negando,
afirmando con la cabeza. Aun a pesar de mí inquebrantable silencio, ella logro averiguar
mi nombre y mi edad, tal vez fue su ingenio, encanto o la delicada insistencia que
emanaban sus actos.
Cuando
el Sol comenzaba a caer y el cielo se teñía de colores crepusculares, Naomí me
dijo que era hora de despedirse; yo también debía volver a casa, pero no sabía
de qué forma retirarme, ni como decirle adiós, así tan solo trataría de reunir
valor para señalizar el sendero hacia mí hogar para después marcharme. No
obstante, justo antes de marcharme, ella realizó una acción que volvió a
dejarme paralizado: acercó su rostro al mío demasiado, por un breve momento
pude percibir su cálida respiración, y antes de que pudiera hacer algo, antes
siquiera poder pensar en apartarla de mí, sus labios, suaves y tiernos, ya se
encontraban acariciando mi mejilla. Naomí me dijo adiós regalándome un inocente
y amable beso, que me hizo sonrojar y causó que toda la piel de mi cara sintiera
extraños cosquilleos en cada uno de sus rincones. Era la primera vez que
alguien me trataba así, nunca antes en toda mi breve y pesada existencia había
experimentado el cariño, el interés y el cuidado de otra persona.
En los
días siguientes volví a la pradera teniendo la certeza de saber que me
encontraría con ella, tentando por emociones tan discordantes como antagónicas
como lo fueron la inquietud y la calma, aquel recelo que experimentaba segundos
antes de reunirnos y el apego que sacudía mi interior al separarnos; tolerar la
cercanía de Naomí sin poder concretar mi verdadera aprobación... pero finalmente
con el transcurso del tiempo lo segundo término por interponerse a lo primero. Ella
consiguió originar un milagro cuando comencé a platicar e interactuar usando mi
voz, poco a poco fui dejándome llevar por su forma de ser: extrovertida y
graciosa, ella no paraba de hablar; en ocasiones conseguía originarme sonrisas de
brevísima duración, mis respuestas antes vergonzosas y monosilábicas fueron
volviéndose cada vez más espontaneas y abiertas; dejaba de temerle y empezaba a
confiar en ella.
Una
mañana me dirigí casi corriendo a nuestro habitual punto de encuentro y una vez
ahí aguardé por nuestra unión, mas Naomí no apareció. Aquello me dejó
confundido y extrañado, pues hasta ahora ella siempre había sido muy puntal al
reunirse conmigo; la esperé y las horas se fueron acumulando una tras otra.
Permanecí en la pradera albergando la esperanza de que en cualquier momento
vería su delgada y grácil figura acercarse por cualquier horizonte, pero esto
jamás sucedió. La tristeza comenzó a consumir gran parte de mis ánimos;
decepcionado, cabizbajo y preocupado regresé a casa con el cielo nocturno
acompañándome desde lo más alto.
Al día
siguiente Naomí tampoco se presentó. Y a causa de sus ausencia yo empecé a
divagar lo peor... Tal vez al descubrir que podía conversar como cualquier niño
normal decidió terminar con nuestra relación... Pero aun sintiéndome
responsable, siendo consciente de lo que hice estaba mal, no podía aceptarlo...
ella no se mostro molesta o decepcionada en el instante que aconteció todo este
suceso; más bien todo lo contrario y tampoco se trataba de un hecho demasiado reciente
como para aplicar medidas de forma tan tardía...
Y de
pronto, mientras se desenvolvía sobre mi atenta mirada un cielo que parecía pronosticar
otra posible precipitación, termine cediendo ante la negatividad, especulando
lo peor: ¿Y si sólo estuvo jugando conmigo? ¿ Acaso todo formaba parte de un
maquiavélico plan para lastimarme? ¿Ya nunca más la volvería a ver? Y fue repentinamente
en medio de la angustiante espera cuando la lluvia se desato; corrí a
resguardarme bajo la gran copa del gran árbol y desde ahí, observando el gris
escenario, me convencí... ella tan solo me había usado, traicionado, manipulado
a su capricho y una vez cumplió con su propósito me abandono.
Me
sentía tan estúpido, jamás debí haber confiado en ella... o eso creí hasta el
momento en que...
El contenido del capítulo aborda un poco sobre el mutismo selectivo un trastorno de ansiedad caracterizado en inhibir completamente el habla de una persona; habitualmente afecta a niños y niñas que no presentan ningún tipo de lesión en sus cuerdas vocales, sin problemas con el lenguaje o discapacidades físicas/sensoriales.
ResponderEliminarDentro del argumento Marius desarrolla un mutismo selectivo causado por unas razones un tanto inusuales a las que se suele acostumbrar identificar como lo son el distanciamiento emocional, el percibir que hablar con alguien no tiene caso porque a nadie le importaba y tratar de ocultar a toda costa cualquier signo de fragilidad, aunque su funcionamiento sigue siendo el mismo: Mudez absoluta hacia determinadas personas o situaciones, alto nivel de ansiedad y de angustia, incluso sufrimiento.
Desde el primer episodio se puede percibir una actitud escarmentada, depresiva, apática y pesimista en el personaje... No obstante muy en el fondo y por increíble que parezca, este chico seguía albergando una pizca de inocencia e ilusión, esa característica ingenuidad y credulidad que todo niño/a contiene y manifiesta durante su infancia, tal y como se observa cuando este intenta interactuar con la fauna animal y se entusiasma, emociona al adoptar a la pequeña cría de polluelo, que poco después le es arrebatado, liquidado frente a sus ojos, dejándole una devastación psicológica sin precedentes. (La cual derivo a problemas aun mayores, que intensificaron lo dicho anteriormente)
Aquel acontecimiento sirvió como detonante para que él se formara una visión extremadamente negativa de la sociedad y pudiese justificar aun más su odio.
De no ser identificado, remediado en su tiempo puede derivar a evolucionar en una fobia social severa o un trastorno de personalidad evitativa, agravar la depresión y baja autoestima.