sábado, 16 de marzo de 2019

Capítulo 3


Una vez que pierdes por completo tu fe en la humanidad ¿es posible recuperar al menos una pequeña parte de ésta? ¿Puede una sola persona hacerte olvidar la crueldad, la maldad y el rencor del mundo que te rodea? No lo sé, la verdad no lo creo… mas ella me hizo dudar: desde que la conocí todo fue diferente y desde entonces ya no fui capaz de dar respuesta certera a estas dos preguntas.

Al día siguiente, luego del dolor que la terrible paliza me dejó y después de la inesperada intervención de aquella chica, yo volví a la pradera dispuesto a pasar mi tiempo en soledad como siempre hacía. Recuerdo que me senté en la hierba justo debajo de la sombra del gran árbol, ahí encontraría refugio y un poco de tranquilidad. De pronto, mi efímera calma se vio interrumpida por una dulce y suave voz, una voz que ya me era familiar: se trataba de la misma chica que me había protegido con tanta insistencia el día anterior.

Nunca imaginé que entre nosotros dos fuera a darse un nuevo encuentro. Aun cuando seguía vigente todo aquel malestar y temor, la humillación y la vergüenza del posterior día... Ella apareció y fue en aquel instante de absoluto pavor cuando desee desaparecer, esfumarme, sin dejar rastro alguno.

Se sentó en el césped junto a mí y me confesó su nombre: se llamaba Naomí. Me miro directo a los ojos y me dijo que deseaba conocer la razón de mi tristeza… Yo desvié y bajé la vista: ¿cómo sabía que me encontraba deprimido si tan sólo habíamos compartido una breve mirada? Disimuladamente comprobé si alguna lagrima se había deslizado a través de mis mejillas para obtener la evidencia, pero estaba completamente equivocado... Mi interior estaba siendo expuesto ante una completa desconocida producto de una capacidad que se encontraba fuera de mí alcance, lógica y era demasiado tarde como para impedirlo. Su facultad era un espanto, una autentica calamidad que solo me causaba terror y estupor.

Naomí notó todo el cúmulo de malestares que su pregunta produjo en mí interior, se disculpó y me hizo saber que no tenía que responder absolutamente nada si no deseaba hacerlo. Acaricio mi cabeza gentilmente  como diciéndome sin palabras que me entendía... ¿En verdad era capaz de comprender mi padecimiento? Solamente se trataba de una de esas tantas bobaliconas que se la pasaban sonriendo todo el tiempo de forma despreocupada dentro de su propia cúpula de ignorancia, esa clase de personas que solo verlas me generaban todo un cumulo de repulsivas emociones... Una lugareña que lucía sucia, pobre y que también formaba parte del mismo pueblo que tanto repudiaba.

Nuevamente hubo contacto físico entre nosotros y el instinto me decía que la apartara, que la alejara de mí, que ella no tenía porqué tocarme. Sin embargo, resistí el impulso y contuve los deseos de repelerla de mi espacio, ella parecía diferente y no se había acercado a mí para agredirme, ni mofarse o forzarme hablar.

Al final, Naomí decidió pasar todo su día haciéndome compañía y trato de buscar un modo para socializar conmigo mediante toda clase de alocadas y disparatadas ideas: Desde usar gestos y expresiones que desde mi perspectiva le hacían lucir aun más ridícula a trazar con sus finos dedos dibujos y formas que apenas lograba descifrar. Quizás creyó que era incapaz de recurrir al habla y por esa razón estaba tan empeñada en ayudarme; pero desde luego que su sospecha era falsa... Yo no era mudo y tampoco necesitaba de su compasión, simplemente desistí de mi lenguaje por la causa que resentía y ahora desconocía de cualquier método para remediarlo... Era imposible declarar la verdad y solo considerar la posibilidad provoco que todo el mar de angustia que resentía mi cuerpo me hundiera, atrapara y devorase hasta el último confín de mis nervios; reprimiéndome y despojándome totalmente de mi voluntad.

Ella otra vez se dio cuenta sobre mi estado, coloco sus manos delicadamente sobre la parte superior de mis brazos y llamándome con un tono temeroso acabo por sonsacarme de aquel perpetuo bloqueo; al regresar en mí pude escuchar como una voz afligida me pedía disculpas y una última sola oportunidad... prometiendo que si volvía a incordiar o molestar me dejaría a solas, en paz y nunca más retornaría a este lugar... Parecía estar tan determinada que ni siquiera pude replantearme la posibilidad de negar su propuesta.

Entonces Naomí sugirió y planteo un juego muy sencillo: uno en donde debía responder a sus cuestiones con un sí o con un no, sin necesidad de verbalizar nada y en donde solo utilizando los medios que ella exhibió me comunique de la forma menos llamativa y vergonzosa posible, valiendo de mis parpados y negando, afirmando con la cabeza. Aun a pesar de mí inquebrantable silencio, ella logro averiguar mi nombre y mi edad, tal vez fue su ingenio, encanto o la delicada insistencia que emanaban sus actos.

Cuando el Sol comenzaba a caer y el cielo se teñía de colores crepusculares, Naomí me dijo que era hora de despedirse; yo también debía volver a casa, pero no sabía de qué forma retirarme, ni como decirle adiós, así tan solo trataría de reunir valor para señalizar el sendero hacia mí hogar para después marcharme. No obstante, justo antes de marcharme, ella realizó una acción que volvió a dejarme paralizado: acercó su rostro al mío demasiado, por un breve momento pude percibir su cálida respiración, y antes de que pudiera hacer algo, antes siquiera poder pensar en apartarla de mí, sus labios, suaves y tiernos, ya se encontraban acariciando mi mejilla. Naomí me dijo adiós regalándome un inocente y amable beso, que me hizo sonrojar y causó que toda la piel de mi cara sintiera extraños cosquilleos en cada uno de sus rincones. Era la primera vez que alguien me trataba así, nunca antes en toda mi breve y pesada existencia había experimentado el cariño, el interés y el cuidado de otra persona.

En los días siguientes volví a la pradera teniendo la certeza de saber que me encontraría con ella, tentando por emociones tan discordantes como antagónicas como lo fueron la inquietud y la calma, aquel recelo que experimentaba segundos antes de reunirnos y el apego que sacudía mi interior al separarnos; tolerar la cercanía de Naomí sin poder concretar mi verdadera aprobación... pero finalmente con el transcurso del tiempo lo segundo término por interponerse a lo primero. Ella consiguió originar un milagro cuando comencé a platicar e interactuar usando mi voz, poco a poco fui dejándome llevar por su forma de ser: extrovertida y graciosa, ella no paraba de hablar; en ocasiones conseguía originarme sonrisas de brevísima duración, mis respuestas antes vergonzosas y monosilábicas fueron volviéndose cada vez más espontaneas y abiertas; dejaba de temerle y empezaba a confiar en ella.

Una mañana me dirigí casi corriendo a nuestro habitual punto de encuentro y una vez ahí aguardé por nuestra unión, mas Naomí no apareció. Aquello me dejó confundido y extrañado, pues hasta ahora ella siempre había sido muy puntal al reunirse conmigo; la esperé y las horas se fueron acumulando una tras otra. Permanecí en la pradera albergando la esperanza de que en cualquier momento vería su delgada y grácil figura acercarse por cualquier horizonte, pero esto jamás sucedió. La tristeza comenzó a consumir gran parte de mis ánimos; decepcionado, cabizbajo y preocupado regresé a casa con el cielo nocturno acompañándome desde lo más alto.

Al día siguiente Naomí tampoco se presentó. Y a causa de sus ausencia yo empecé a divagar lo peor... Tal vez al descubrir que podía conversar como cualquier niño normal decidió terminar con nuestra relación... Pero aun sintiéndome responsable, siendo consciente de lo que hice estaba mal, no podía aceptarlo... ella no se mostro molesta o decepcionada en el instante que aconteció todo este suceso; más bien todo lo contrario y tampoco se trataba de un hecho demasiado reciente como para aplicar medidas de forma tan tardía...

Y de pronto, mientras se desenvolvía sobre mi atenta mirada un cielo que parecía pronosticar otra posible precipitación, termine cediendo ante la negatividad, especulando lo peor: ¿Y si sólo estuvo jugando conmigo? ¿ Acaso todo formaba parte de un maquiavélico plan para lastimarme? ¿Ya nunca más la volvería a ver? Y fue repentinamente en medio de la angustiante espera cuando la lluvia se desato; corrí a resguardarme bajo la gran copa del gran árbol y desde ahí, observando el gris escenario, me convencí... ella tan solo me había usado, traicionado, manipulado a su capricho y una vez cumplió con su propósito me abandono.

Me sentía tan estúpido, jamás debí haber confiado en ella... o eso creí hasta el momento en que...

1 comentario:

  1. El contenido del capítulo aborda un poco sobre el mutismo selectivo un trastorno de ansiedad caracterizado en inhibir completamente el habla de una persona; habitualmente afecta a niños y niñas que no presentan ningún tipo de lesión en sus cuerdas vocales, sin problemas con el lenguaje o discapacidades físicas/sensoriales.

    Dentro del argumento Marius desarrolla un mutismo selectivo causado por unas razones un tanto inusuales a las que se suele acostumbrar identificar como lo son el distanciamiento emocional, el percibir que hablar con alguien no tiene caso porque a nadie le importaba y tratar de ocultar a toda costa cualquier signo de fragilidad, aunque su funcionamiento sigue siendo el mismo: Mudez absoluta hacia determinadas personas o situaciones, alto nivel de ansiedad y de angustia, incluso sufrimiento.

    Desde el primer episodio se puede percibir una actitud escarmentada, depresiva, apática y pesimista en el personaje... No obstante muy en el fondo y por increíble que parezca, este chico seguía albergando una pizca de inocencia e ilusión, esa característica ingenuidad y credulidad que todo niño/a contiene y manifiesta durante su infancia, tal y como se observa cuando este intenta interactuar con la fauna animal y se entusiasma, emociona al adoptar a la pequeña cría de polluelo, que poco después le es arrebatado, liquidado frente a sus ojos, dejándole una devastación psicológica sin precedentes. (La cual derivo a problemas aun mayores, que intensificaron lo dicho anteriormente)

    Aquel acontecimiento sirvió como detonante para que él se formara una visión extremadamente negativa de la sociedad y pudiese justificar aun más su odio.

    De no ser identificado, remediado en su tiempo puede derivar a evolucionar en una fobia social severa o un trastorno de personalidad evitativa, agravar la depresión y baja autoestima.

    ResponderEliminar